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sábado, 30 de abril de 2011

El castigo del Amor


Fantasmas sordos recorren,
fríos pasillos de losa muerta,
salones umbríos, rincones,
patio de voces desierta.
Se sienten en el aire canciones,
furtivos amores se lamentan,
llanto de desolados amantes,
que se buscan, pero no se encuentran,
no pueden entre ellos escucharse,
no sentir voz amorosa, su condena,
sólo perciben murmullo indolente,
de las envidias que les rodean,
se buscan sorda y ciegamente,
entre ladrillos y escaleras,
sus sombras con mueca triste,
abren cortinas y cierran puertas,
en sus manos una luz reluce,
restos de fugaz pasión desatada,
tenue brillo que no enceguece,
pero que ni la muerte apaga,
misterio que jardín reverdece,
y que aún les queda en la mirada,
el destello de los ojos del amante,
buscan perdidos, en las ventanas,
siglos pasan sin encontrarse,
siglos que parecen semanas,
hechizo eterno les persigue.
Amor les dio un día la fortuna,
de que sus caminos se cruzasen,
no supieron darse cuenta,
hasta que fue demasiado tarde,
hicieron del amor sólo espina,
mataron la rosa con pie cobarde,
al corazón sólo le dieron heridas,
ahora vagan sus sombras culpables,
destinadas a buscarse de por vida,
sin permitir que su luz se apague,
no podrán reencontrarse nunca,
hasta que alguien de ellos, se apiade.
Entre los muros se cuenta la leyenda,
que cuando de nuevo el zorzal cante,
se encontrarán dos almas en pena,
que han vagado por siglos errantes,
se ofrendarán la luz que les queda,
y podrán por siglos amarse.
Vuelven sus ojos cada primavera,
silenciosos, al patio a asomarse,
esperando que el zorzal vuelva,
y con piedad el castigo levante.
Amor los mira con tristeza,
y sonríe misterioso esta tarde.
¡Feliz desciende Primavera
con alado séquito de zorzales!


Andrea Sierpe

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