Hasta que cambies…
Hasta que cambies…me dices…
y me clavas tus agujas de
silencio,
que ya no pueden dar más
dolor
porque ya nada soy, ya nada
tengo.
Se ha anidado el invierno en
mí,
soy crudo amasijo, áspera
roca,
sangre y espina… rosa muerta…
abierta mi herida…presa del hielo.
Hasta que cambies…me dices…
y ya no puedo mudar
lo que no existe,
soy despojo, soy deshecho.
No soy ya aquella mujer
que ansiosa se colgaba de tu
cuello,
la que te arropaba de noche
y te despertaba a besos.
La que se hundía enamorada
en la tibieza de tu pecho.
Soy la sombra de la sombra
que deambula con ojos
muertos.
Que no quiere mirar al cielo
porque le recuerdan, a
diario,
la alegría de otros tiempos.
Hasta que cambies…me dices…
Y en la noche …solitaria…
me transformo en ovillo
trémulo,
y espero …vanamente espero,
que pase veloz el tiempo.
Mientras en casa,
retumba grave y parsimonioso
un indolente reloj que no avanza.
Y frente a un estrecho balcón
desde donde se descuelgan
mil añicos de sueños rotos,
atisba… desde lejos…
una tímida y solitaria
golondrina
quizá la única que se apiada
de la sal de mis lágrimas
vertidas por un amor que no
supe amar,
por un amor
que se perdió a lo lejos.
La gotas de lluvia
como afilados dardos
no limpian de mi alma
tu recuerdo.
Andrea
Sierpe
Andrea
Sierpe