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miércoles, 29 de agosto de 2012

Una vieja historia


Una  vieja  historia

 

Siempre me creíste frágil,

como las transparentes alas

de una libélula de triste charco.

Para así arrancarlas fácil

y que yo, al querer volar,

mordiera el polvo

que horadan tus pies

de macho embriagado,

con el mosto del egoísmo y la ira.

 

Siempre me creíste fácil,

cómo fáciles caen en las calles

las hojas mustias

en el apogeo del otoño,

que apresuran tus pasos,

huyendo de la lluvia

que lava las conciencias.

 

Me tenías presa,

en un entramado de promesas,

de que volverías a amarme,

que todo sería como antes,

que mudarías

tu agrio verbo diario,

en lisonjas de primavera.

 

“Tiempo al tiempo”,

me decías.

Mientras mi vida gris

jamás escapaba de tu otoño.

Y mis sienes,

se tornaban de plata esperando…,

siempre esperando por ti.

 

Y heme aquí…,ahora.

Ajada, con las manos curtidas,

apretando hasta herirme

un puñado de rosas marchitas.

Y atesorando un viejo pañuelo

que tiene grabado, desde hace años,

tu nombre.

 

Contiene monedas de ínfimo valor,

con la secreta esperanza

de que no te sean suficientes

para pagar al oscuro barquero.

Para que Caronte, el temido,

no te lleve ni por piedad

a la otra orilla.

 

Es mi pago para ti,

por todos mis años oscuros.

Que no puedas cruzar,

como tú jamás cruzaste el umbral del otoño,

ni me quisiste devolver

tu prometido amor… mi sonrisa…mi primavera.

 

 

Andrea  Sierpe

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