Mi oasis de ultramar
Mis ojos se habían cerrado, heridos,
como dos gorriones muertos,
cubiertos por la sombra del dolor,
náufragos en el desconsuelo,
peso de mil grises rocas,
sobre mis parpados quietos,
de cenizas y sombras amargas,
estaban en vida, cubiertos,
perdidos, lejanos, ausentes,
a las luces y a la vida ciegos,
entre tantas estrellas,
dos agujeros negros,
insensibles al fulgor del rayo,
y de los pálidos cometas, el destello.
Hasta que distante voz,
como aguas de rumor sereno,
un sutil murmullo de cristal,
con la fuerza de los versos nuevos,
los abrió de par en par,
apartando el oscuro velo,
poesía que llegó, allende el mar,
como cascada de luz azul,
sobre mis dos luceros muertos:
Tus pupilas son para ver belleza,
no merecen oscuro tormento,
la vida es demasiado hermosa,
para ocultar sus espejos.
¡Y ahora que me abres el mundo,
te quieres callar de nuevo!
Si no quieres ver mi mirada,
mis ojos velar te dejo,
pero no te silencies ahora,
miel de mis mañanas,
cantar dulce de remotos tiempos.
No me niegues comenzar
con amante sonrisa,
mis días inciertos.
¡Caballero de la triste figura
espero tu oasis en mi desierto!
Andrea Sierpe
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