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lunes, 4 de abril de 2011



Quisiera por sólo un día…
            (Dedicada a mis tías abuelas: Rosaura Filomena, Yolanda del Carmen y Juana Pabla Petronila)

Quisiera regresar  a mi infancia sólo por un día,
regresar a los brazos de Yolanda, Juana Pabla Petronila,
y  a la olorosa cocina de Rosaura, mis tres “Hadas Madrinas”.
Coger con ellas frambuesas, en la hora vespertina,
preparar los siropes, el kuchen , cernir  la  harina,
recorrer la gran casa jugando y riendo a las escondidas,
y recibir de sus amantes  manos ajadas,
el libro nuevo que para mí siempre había.
Leche con magdalenas, plumón de ganso, algarabía,
mis tías sabias, entrañables, que tanto yo quería,
llenaban en mi vida el lugar ,que mi madre, no tenía
no tuvieron varón ni hijos, sólo amor por su sobrina,
y su sobrina, ciega devoción por ellas sentía.
Niñez de privilegios, magia y repostería,
mimos, caprichos, enseñanza y regalías.
Un parque por jardín, bosque propio tenía,
cipreses  con vista al mar, dos galgos de compañía,
Carlota mi compañera, sólo para mí vivía,
a cambio se me negaban amistades desconocidas.
Burbuja de cristal donde viví de niña,
lejos de la maldad y crueldad de la vida,
ellas construyeron para mí un castillo de pedrería,
una jaula de oro, para que nada malo, tocara mi vida.
Otoños de bruces, buscando gnomos y ninfas,
convencida de  que en mi bosque, en algún lugar se escondían,
esperaba  los  arcoíris, y  cuando la lluvia cedía,
corría a quitarle al duende el oro de su marmita.
Mil ensueños en mi mente la lectura me tejía,
caballeros, dragones , princesas y brujas, toda fantasía.
Mi vida transcurría entre  aventuras , noche y día,
mientras ellas estuvieron, sólo hubo alegría.
Yolanda, Rosaura, Juana Pabla Petronila;
en todos mis viajes, a ellas, mis primeras  visitas,
las flores más hermosas, mil  lágrimas vertidas,
 poco  les doy a cambio por  lo mejor de mi vida.
¡Cómo las extraño, que de mí no daría!
Por  compartir otra vez  , con ellas tan sólo un día,
sentir las caricias de sus  manos, volver a cernir la harina,
sentarme con ellas a la  mesa toda  llena de golosinas
y gritar de nuevo con aguda  voz de niña :
¡Mamás, Mamás  Madrinas, la once está servida!

Andrea  Sierpe

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