Ya no
más…
He
abandonado ya
toda
esperanza cautiva
en
un pañuelo,
húmedo
testigo
de
mis noches vacías.
Con
dedos heridos
estoy
depositando nuestra vida,
en
las mismas tristes cajas
con
las que aquí llegué,
llena
de amorosa ilusión.
Desarmo
ésta,
la
que era nuestra casa…
la
promesa de una vida juntos,
con
manos y piel entrelazadas,
solos
contra todo y todos.
Te
has ido…
y
sellado tus labios
(sólo
mudos para mí)
a
la que decías querer,
a
esta loca enamorada
que
depositó en ti
toda
las promesas de amor
que
albergaba por años.
Esperé
toda una vida por ti…
todas
mis vidas por ti,
y
no viste más allá
de
la que podía ahora,
quebrada,
ofrecerte.
“Nunca
cambiarás”
“No
sabes amar”
Son
las joyas
que
clavaste en mi pecho,
en
mi corazón desnudo
de
mujer frágil,
resabio
del castigo del desamor
que
la fustigó sin piedad.
No
supiste esperar
todo
pesó más que mi entrega,
tierra,
sangre, mar…todo pudo más
que
el querer sincero
de
un alma en súplica.
Ya
no quiero vivir…
Ya
no más entrega…
No
quiero ver más espaldas
alejándose
indolentes
mientras
mi alma se consume
en
este nido desamparado
que
dejaste vacío.
No
merecía ser pisoteado
el
sentimiento más noble
la
entrega más pura
que
tuve en mi vida.
La
vida…la vida se encarga,
en
algún momento,
volverás
la vista
y
entonces, ya no me verás.
No
habrá brazos extendidos,
ni
ojos suplicantes de un “te quiero”.
Y
los años se dejarán caer
como
buitres hambrientos sobre ti.
Pero
no encontrarán corazón que devorar,
ése…ése
lo dejaste olvidado
en
una maleta,
en
un rincón de tu casa,
junto
a unos versos tontos
con
los ruegos de una pobre mujer que te amó.
Una
mujer sin alma,
que
ya ha comenzado a transitar,
por
el espinoso camino,
sin
retorno,
del
olvido.
Andrea Sierpe
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